Cultivo del champiñón
El cultivo de champiñón en La Rioja hunde sus raíces en las primeras décadas del siglo XX. Fue un francés misterioso quien, en los años 30, enseñó a cultivar champiñón en Logroño a Salustiano Rioja, patriarca de la primera familia champiñonera de la región. Esta y otras familias logroñesas cultivaron los primeros champiñones riojanos en cuevas y sótanos ocultos. Sin medios ni conocimientos para el desinfectado de los cultivos, aquellos pioneros vieron impotentes cómo los espacios se contaminaban y la producción se reducía sin explicación alguna.
En su obsesión por solucionar aquel problema, a finales de los años 50, las primeras familias cultivadoras de Logroño se hicieron eco de la situación peculiar en la que se hallaban algunas localidades de La Rioja Baja. Pueblos de base agrícola que acababan de abrir las puertas de sus cooperativas vitivinícolas, habían dejado en desuso las antiguas bodegas subterráneas, usadas antes para la fermentación del vino.
Los logroñeses aprovecharon esta oportunidad para trasladar sus cultivos a localidades como Ausejo o Autol, que ya contaban con bodega cooperativa desde 1956 y 1957, respectivamente. Fue así como los obreros locales de aquellos primeros champiñoneros, aprendieron los secretos de aquel cultivo y comenzaron a aplicarlos en sus propias bodegas. La única excepción en este proceso de transmisión fue la del foco independiente de Pradejón, donde el cultivo de champiñón se inició años antes sin aportación logroñesa.
En 1954, los hermanos Gil Merino compraron por encargo una botella de compost invadido tras leer un anuncio de propaganda de la casa Roca de Barcelona. Aquella primera botella fue el inicio del cultivo de champiñón en Pradejón que, como en el resto de localidades, se inició en bodegas de vino en desuso. La familia Gil Merino asentó así las bases para el cultivo de champiñón en la localidad.
A partir de los años 70, el sector champiñonero terminó por consolidarse en La Rioja Baja tras la construcción de las primeras plantas de compostaje y la creación de las primeras comercializadoras. Esto ahorró costes y esfuerzo a los cultivadores y marcó las directrices de unión y lucha conjunta que desde entonces han caracterizado al sector. Ejemplos de este espíritu fueron la fundación de la Asociación de Cultivadores de Champiñón (Asochamp) en 1987 o la creación del Centro Tecnológico de Investigación del Champiñón (CTICh) en 2003, proyectos consensuados por todos los cultivadores. El último gran paso del sector ha sido la puesta en funcionamiento de Sustratos de La Rioja, planta de reciclaje de compost que gestiona desde Pradejón el 70% del sustrato total de champiñon y setas que se genera en la región. Iniciativa esta que es ejemplo de sostenibilidad y compromiso con el medioambiente.
Se calcula que La Rioja cultiva cada año unas 61.000 toneladas de champiñón, lo que supone el 60% de la producción nacional y el 8% de la producción europea, consolidándose como la primera región productora de champiñón de España. De lo producido en La Rioja, el 42% se consume en fresco y el 57% se destina a conserva. Nuestro país ocupa en el mundo el sexto lugar en producción de champiñón, copando un 4% del total. A pesar de que cada vez más españoles consumen este peculiar hongo, la media nacional es de 1,7 Kg anuales per cápita, cifra ridícula frente a la media europea, que se estima en 3 Kg anuales.